La sostenibilidad se define como la capacidad de desarrollarse y mantenerse. El concepto asociado a la naturaleza ha surgido con fuerza en las últimas décadas, demostrando que es necesario mantener el crecimiento y la evolución de las empresas sin que el medio ambiente y todos sus recursos finitos se vean sobrecargados o incluso agotados por la acción humana. Urge un equilibrio constante entre el desarrollo económico, generador de empleo e ingresos, y la posibilidad de satisfacer las necesidades de las personas preservando al mismo tiempo la naturaleza, los bosques, la biodiversidad y el ecosistema en su conjunto.
La realización de un mundo más sostenible sucede, principalmente, por la elección. La elección del consumidor es capaz de comunicar su compromiso con la conciencia ecológica. De esta manera, incorporar una actitud sostenible como ejercicio colectivo significa participar activamente en los cambios que las empresas se responsabilizan y proponen para reducir al máximo el impacto ambiental dentro de los procesos productivos y aumentar el impacto social; considerando que en el sistema de reutilización de materiales y recursos hay innumerables personas involucradas en hacer posible ese producto, idea o servicio; y dar un giro a lo que puede ser más que una alternativa viable, una opción biodegradable, ecológica y renovable. No sólo porque la tecnología y los procesos creativos permiten que estas alternativas estén cada vez más presentes, sino porque el poder de elección es imperativo y sinónimo de responsabilidad social y medioambiental.
Tenemos que darnos cuenta de que el pensamiento sostenible es un mecanismo de acciones integradas que, al tiempo que aportan beneficios a las personas, reflejan el cuidado del planeta que habitamos. La sostenibilidad consiste en gestionar proyectos, personas, recursos y negocios de forma consciente y completa. Solamente a través de la elección podremos posicionarnos realmente en el mundo verde que queremos construir.